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Somos un grupo de alumnos del Ciclo Formativo de Grado Superior en Interpretación de la Lengua de Signos. Estamos estudiando en Santander, y hemos empezado este año...asi que andamos un poco perdidos.

martes, 9 de diciembre de 2014

09. Un día sorda


Gran parte de nuestra sociedad, al ser personas capaces de oír y escuchar sin problemas, no se para a pensar en los impedimentos que tienen las personas sordas para pasar el día a día.


Para que la sociedad sea consciente de estas dificultades, estudiantes como nosotros de primer año del ciclo formativo de grado superior en interpretación de la lengua de signos (los cuales aún no estaban muy envueltos en este tema de la sordera) han realizado un experimento en el cuál pasan un día entero como personas sordas para comprobar así en primera persona las diferentes situaciones y sentimientos que puede sentir una persona sorda en su día a día. Dicho experimento es expuesto por una de las alumnas, la cual va explicando los distintos sentimientos y experiencias que va viviendo en este día como persona sorda.

Nada más comenzar el experimento, la alumna ya se dió cuenta de que no es tan fácil convivir con otra persona si te falta el sentido del oído: “Cuando fui a salir de casa, vi algo raro en la entrada y me asusté. Decidí volver atrás y descubrí que mi madre estaba en casa: había llegado mientras yo estaba arreglándome y saludó, pero, al ver que nadie contestaba, ella pensó que también  estaba sola en casa”. Esto nos hace ver que para saludar a una persona sorda hace falta asegurarse de que te ve, por ejemplo, apagando y encendiendo la luz o, incluso, tocándole el hombro.


A medida que pasaba el día, la estudiante del experimento iba descubriendo más dificultades para poder comunicarse con las personas que la rodeaban. Como bien hemos aprendido en clase, hay que intentar ponerse en el lugar de una persona sorda para que nos sea menos complicado entender su situación. Al igual que a nosotros nuestra profesora, la profesora de interpretación de la chica le animó a que siguiera con los tapones, aún aguantando las burlas y risas de su hermano, ya que así conseguiría saber cómo se siente una persona sorda. Aún así, el resultado de esto fue de bastante frustración, la cual fue aumentando según transcurría el tiempo.

Muchas veces nuestra profesora de interpretación ha intentado que seamos conscientes de cómo lo pasan aquellas personas sordas que acuden a clases sin ningún intérprete. La estudiante del experimento pudo sentir dicha sensación: “En clase me resultó complicadísimo leer los labios, porque es algo que nunca he hecho. Por otro lado, al estar sentados en U, el ángulo no siempre es el adecuado, así que, incluso aunque supiera leer los labios, me habría perdido información. Además, la lengua oral es mucho más rápida, las interrupciones son frecuentes y yo a veces tardaba en darme cuenta de quién estaba hablando en cada momento”. Esto nos hace darnos cuenta de que hay que respetar los turnos de palabra y, si estamos en grupo, levantar la mano para que las personas sordas sepan quién está hablando y no lleguen a sentirse frustrados ni solos.

Algo lógico pero a la vez curioso, es que la estudiante sintió un gran alivio al llegar a clase de lengua de signos. A nosotros nos resulta complicado estar dos horas de clase sin utilizar la voz, pero también sabemos y entendemos que es la única manera de aprender. La estudiante explica que para ella tampoco resulta nada fácil estar tanto tiempo callada pero que ese día fue toda una alegría, ya que se sintió integrada. “De vuelta a casa, con una amiga, iba contándole por qué llevaba tapones y cascos y eso hizo que se acordara de algo que me quería contar. Sin embargo, vistos los problemas que estaba teniendo para entenderla, decidió que mejor me lo contaba otro día que la oyera bien”. Ese comentario nos hace pensar en toda la información que no se llega a compartir con las personas sordas porque “sería demasiado complicado de explicar”. Pero está claro que si te rindes antes de intentarlo, será imposible de conseguir.

La estudiante continúa el experimento comentándonos como vivieron sus padres el tener una hija sorda: “Mi madre luego, comentando la experiencia, sí me dijo que se había cansado bastante de tener que repetirme todo tantas veces y tener que asegurarse cada pocas palabras de que la estaba entendiendo”. Y, es que la sordera no sólo requiere un esfuerzo por parte de quién lo tiene, sino también del entorno, ya que si estás rodeado de personas sin paciencia y que no te repitan las cosas las veces que sean necesarias no vas a conseguir comunicarte.

Y, finalmente, termina explicando cómo se sintió después de un día entero viviendo como una persona sorda: “Por mi parte, acabé el día con los ojos cansados y algo de dolor de cabeza por haber mantenido la concentración visual durante tanto tiempo activo”. Esto nos ayuda a comprender mejor la situación y los sentimientos de una persona sorda, que como vemos, cada día es un reto para ellos.




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